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5. La sobrevaloración de la economía y de los empresarios ha llevado al principal talón de Aquiles que tiene nuestro país: las peligrosas relaciones entre el poder económico y el poder político, cuya cercanía es dañina para la democracia. Ello no se reduce sólo a Sebastián Piñera (SP), recientemente sancionado por la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) por su compra de un paquete de Lan, empresa de la cual es el principal accionista y es director. Abarca una tendencia amplia y corrosiva, que se expresa en la capacidad que tienen grandes empresarios de influir en el sistema político, en el congreso y los municipios. Continúan con su poder de atraer a altos funcionarios cuando abandonan el gobierno para asumir como directores de empresas o como asesores o consultores. Este es un problema que tiene que ser enfrentado ahora con fuerza y los políticos de la Concertación deben dar el ejemplo, inhibiéndose de aceptar invitaciones que impiden que exista una necesaria separación entre los negocios y la política. ¡No se puede servir a dos señores!
La política tiene costos que deben ser asumidos por la democracia. Los ministros deben tener ingresos después que dejan su cargo para que no tengan que pitutear con las empresas. Esto se da en los países europeos y también en el Uruguay. No hay motivo para que no exista en Chile.
La Clara Demanda por Igualdad
6. Las críticas de los chilenos hacia los políticos y el funcionamiento del sistema económico son muy directas respecto de las desigualdades, nuestro segundo talón de Aquiles. Cuando los obispos denunciaron “las escandalosas desigualdades” recibieron un amplio respaldo, incluso en la derecha. Sin embargo, ello no se tradujo en políticas para disminuirla. Hasta se ha recurrido a un argumento reaccionario (en la definición de Albert Hirschman) de que ellas vienen desde el imperio español, es decir, poco o nada se puede hacer para disminuirlas. Es el argumento de la futilidad que dice Hirschman: nunca se ha podido corregir una institución, ergo, no cabe sino tolerar su existencia. Qué argumento más derrotista y absurdo. ¡Hasta hace un par de décadas se usó ese argumento contra el voto de la mujer, pues no habían votado durante siglos!
La demanda por mayor igualdad en los chilenos es muy clara, más fuerte en los últimos años, porque hay presidentes de izquierda y se esperaba que en sus gobiernos se hubieran dado pasos decisivos en esa dirección.
Ante la opción planteada por el Estudio Mundial de Valores entre el valor de la libertad y el de la igualdad –opción que se puede discutir, por cierto-, las respuestas han tenido una sostenida evolución en contra de la libertad y a favor de la igualdad. Si en 1990, las respuestas eran relativamente similares, 49% optaba por la libertad y 47% por la igualdad, en la siguiente medición de 1995 se produjo un pequeño cambio, cayendo los partidarios de la igualdad al 38%, permaneciendo constantes los que preferían la libertad (51%).
En la siguiente del 2001, los resultados daban cuenta de una realidad muy distinta, pues se invirtieron las opiniones: una clara mayoría optó por la igualdad (58%) y la minoría (37%) por la libertad. Este resultado fue confirmado en cada una de las mediciones anuales que hemos hecho. Subieron en el 2005 al 72% los partidarios de la igualdad, hubo una cifra similar el 2006, y llegó al 76% en el 2007.
Las preferencias a favor de la igualdad son compartidas por los votantes de todos los partidos, por hombres y mujeres y por ricos y pobres. Esto no quiere decir que los chilenos quieran renunciar a la libertad y retornar al autoritarismo, sino que dan cuenta del contundente rechazo a las desigualdades.
Poco Trato con la Política
7. Las dificultades que enfrenta la política para modernizarse no derivan sólo de la triple reducción antes analizada, sino también de un problema institucional de envergadura: el presidencialismo es poco amistoso con los partidos y las elecciones, que son de la esencia de la política. Los ministros no tienen experiencia política, ni quieren familiarizarse con ella, no conocen las sensibilidades de los ciudadanos y no tienen la necesidad de rendirle cuenta a los electores, sino que sólo al presidente.
Este problema no existe en el régimen parlamentario, pues los ministros son parlamentarios. Conocen directamente las exigencias de la lucha electoral y saben que para ganar el escaño hay que realizar trabajo distrital y estar cerca de los ciudadanos. Sería conveniente enfrentar esta anomalía sin necesidad de cambiar la forma de gobierno, sino con reformas puntuales, por ejemplo, establecer la compatibilidad de ser parlamentario con ejercer el cargo de ministro. Y valdría la pena lanzar a un ministro a ganar un escaño y si no lo consigue, como acaba de ocurrir en Francia, debe irse para su casa. Esto sería un paso muy concreto para acercar la política a los ciudadanos.
Cuando Había Acuerdos
8. Esta visión tecnocrática, economicista y “presupuestarista” no está en el ADN de la Concertación, ni se dio en gran parte de los años 90. Las políticas públicas se hicieron con la participación de los partidos, los grupos de interés y en estrecha relación con el Congreso, sabiendo que ellas no se definen entre cuatro paredes. Ahí se dieron los acuerdos laborales y de remuneraciones entre el gobierno, la CUT bajo el liderazgo de Manuel Bustos, con la Confederación de la Producción y el Comercio presidida por Manuel Feliú.
En algún momento, esto comenzó a cambiar. No interesa preguntarse cuando ello ocurrió, sino debatir sus implicancias para el Chile de hoy y de mañana.
Estimo que esta visión restringida y hostil a la política tiene que ver con un legado del régimen de Pinochet que no ha sido enfrentado con fuerza por la Concertación. La transformación económica neoliberal fue una revolución económica, política y cultural, que idealizó el mercado y el lucro individual, relegó al trabajo a un lugar subalterno y tuvo una obsesión contra el rol del Estado en la economía, para reducirlo al máximo a fin de entregar plena autonomía a los empresarios en un mercado libre de regulaciones. Algunas de las ideas neoliberales son compartidas por “técnicos” y políticos de la Concertación.
Aquí hay un tercer talón de Aquiles de nuestro desarrollo: el autoritarismo no modernizó la administración del Estado, a diferencia de lo hecho por los tecnócratas durante la dictadura del general Franco en España (1939-1975). Por ello, Chile no cuenta con una burocracia moderna y eficaz, que respalde el desarrollo político y económico, sirva de apoyo a la labor de los ministros y dé continuidad a la administración del Estado más allá de los cambios de ministros y de gobiernos.
Los gobiernos de la Concertación no han enfrentado esta delicada debilidad. El sistema de Alta Dirección Pública no es la solución, porque es el resultado de un acuerdo con la derecha en un momento de debilidad del gobierno anterior, que apunta a despolitizar los nombramientos de funcionarios de gobierno, sin enfrentar las falencias del personal de los organismos públicos, y es más bien una medida de parche frente a las debilidades del civil service. Esto significa el aumento de las plantas de los ministerios, el fortalecimiento de sus instituciones regulatorias y el consiguiente desarrollo de mecanismos de control de estas entidades públicas.
El Destructivo Marketing
9. También los partidos son responsables de su debilidad y de los problemas de la política. Su actual debilidad tiene bastante que ver con decisiones adoptadas hace más de una década, cuando sus dirigentes y asesores de campaña, especialmente del PPD, sostuvieron que los partidos no debían tener un rol protagónico en las campañas electorales, pues los candidatos ganaban su escaño por sus atributos personales y la propaganda debía estar dominada por el marketing y no por la política. Los partidos dejaron de lado su nombre, símbolos e historia, muy visible en el caso del PDC y el PS, lo cual se vio en los comicios legislativos de 1997. Los candidatos se distinguían por la sonrisa y por la camisa que usaban. El único partido que resistió esa moda fue la UDI, con éxito, porque llegó a ser el principal partido cuatro años más tarde.
Con esa práctica, muchos parlamentarios se sintieron dueños de su escaño e impulsaron políticas personales, debilitando a los partidos que a los cuales pertenecen. Se ha cosechado lo que equívocamente se sembró hace más de una década.
Conclusiones
La urgente modernización de la política y la reforma de los partidos debe situar a la política en el lugar que le corresponde, como ámbito para construir un futuro a partir de ideas y de valores, en que la libertad, el pluralismo, la igualdad y la solidaridad buscan encontrarse en decisiones que benefician a la ciudadanía. La Concertación es un arco iris con pluralidad de visiones ideológicas y políticas, en una perspectiva de centro-izquierda, que combate las desigualdades y no se resigna a ellas, que privilegia los intereses de las grandes mayorías, especialmente los trabajadores en sus diversas manifestaciones y no las minorías que tienen capacidad de veto por su poder económico.
La Concertación no es, ni puede ser, una alternativa conservadora, o neoconservadora, que tiene miedo a hacer cambios porque se guía por la prudencia, que paraliza el pensamiento y la acción. Existe una derecha suficientemente poderosa como para encabezar el conservadurismo en Chile; el país no necesita una segunda fuerza que le compita en ello.
La Concertación debe practicar el pluralismo, el disenso y la tolerancia, porque es un arco iris que representa el encuentro del humanismo laico con el humanismo cristiano y el encuentro de la DC con el socialismo, cuyo enfrentamiento en el pasado condujo a la tragedia de 1973 y los 17 años que le siguieron. El pluralismo debe abarcar a todos y no se mide sólo con números. El PRSD tiene un lugar en la Concertación, así como también Fernando Flores y Esteban Valenzuela.
Los partidos tienen que ponerse las pilas ahora y no cuando se aproximan las elecciones. Y esa fuerza proviene de las ideas, de las esperanzas y de los sueños. Así sobreviven los partidos frente a los desafíos planteados por las profundas transformaciones que ellos mismos han ayudado a provocar. Así lo hace la CDU, el FDP y el SPD en Alemania, el PP y el PSOE en España. Derrotar a Pinochet en el plebiscito de 1988 fue una utopía, criticada por muchos como imposible de alcanzar.
Hay que recuperar la capacidad de tener ideales, de tener fe en tareas superiores. Combatir las desigualdades es una invitación al desarrollo de las ideas, desde las cuales formular diversas alternativas de políticas, lejos de la visión economicista, tecnocrática y “presupuestarista” que hoy aplasta a la política y a los partidos. En el siglo pasado los gobiernos de Pedro Aguirre Cerda y Jorge Alessandri Rodríguez no consideraron el problema agrario y la situación de los campesinos. Y ello postergó una modernización inevitable, que se enfrentó con 20 años de retraso, provocando una convulsión social y política de enorme magnitud cuando el presidente Eduardo Frei Montalva impulsó la reforma agraria y la sindicalización campesina. La historia no se repetirá de la misma manera, pero lo que enseña es que dejar de hacer cambios por efecto de poderes de veto está preparando un conflicto mayor a mediano plazo. El olvido a los trabajadores y a las desigualdades tiene repercusiones en la crítica a los políticos y puede ser más fuerte si esta situación continúa.
Y para impulsar una política a partir de las ideas se requiere fuerza y perseverancia, enfrentando a la derecha que tiene una visión distinta de país. La Iglesia Católica enfrentó el mundo moderno después de la II Guerra Mundial con el Concilio Vaticano II e introdujo cambios que la convulsionaron internamente, pero que, como laicos, nos provocaron alegría y fortalecieron nuestra fe. Dos cambios nos afectaron directamente. En primer lugar, los sacerdotes comenzaron a oficiar la misa de frente a los fieles, sin darles la espalda, se les vio el rostro; en segundo lugar, la misa se hizo en nuestra lengua y pudimos entender sus palabras y los textos bíblicos.
Para mejorar la imagen de la política y hacerla atractiva a los ciudadanos, los políticos de la Concertación debieran volcarse hacia los chilenos y mirarlos a la cara. Y tienen que comunicarse con el lenguaje que entienden los ciudadanos comunes y corrientes, que no es el de la nomenclatura de la técnica, un idioma extraño, ajeno, como fue el latín para los católicos.
miércoles
La Modernización de la Política (II)
En la segunda parte y final de su Informe, Carlos Huneeus menciona como el principal talón de Aquiles chileno para la reforma de la política y los partidos las peligrosas relaciones entre el poder económico y el poder político. Este fenómeno no sólo se encarna en Sebastián Piñera, sino en la capacidad de los grandes empresarios para influir en el sistema político, en el congreso y los municipios. A juicio del autor, la Concertación no puede ni debe ser una alternativa conservadora o neoconservadora: ese papel lo cumple adecuadamente la derecha. La Concertación, por el contrario, debe practicar el pluralismo y el disenso; debe recuperar la capacidad de plantear ideales y fe en tareas superiores, alejándose de la actual visión economicista, tecnocrática y “presupuestarista”. En caso de seguirse postergando a los trabajadores y el término! de las desigualdades se podría ocasionar serias consecuencias posteriores. Los políticos de la Concertación, si quieren acercar la política a los chilenos, deben volcarse hacia éstos y mirarlos a la cara, comunicándose con ellos en el lenguaje que entiendan.
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1 comentario:
Hola, me ha gustado mucho el blog. Son reflexiones que buscaba sobre la política chilena y que no encontraba en los diarios.
Att.,
Rafael Rincón
Medellín, Colombia
rafael.rincon@gmail.com
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